Tecnología y trabajo

Sería imprudente de mi parte decir que la tecnología no ha generado tales cambios. Creo que sectores como el industrial y manufactura, pueden mostrarnos tal efecto, con clara precisión por el alto grado de automatización alcanzado en sus procesos.

Sin embargo, no sólo ese tipo de perfiles se han visto modificados y forzados a actualizarse. En sectores como el financiero, la disruptividad e innovación son ahora competencias importantísimas en todos los niveles de la organización. Son parte de un esfuerzo que debe ser sistémico en su enfoque y llevado a la cultura organizacional en todos los roles.

Hablar hoy de temas como mejora continua, design thinking o el proceso creativo, aplicando herramientas de metodologías prácticas y probadas, es ya un tema usual y hasta mandatorio. Esto nos permite modificar postivamente y en formas cada vez más eficientes, la manera en la que entregamos un producto o servicio, y en ello, la tecnología en todas sus formas y presentaciones tiene un papel crucial.

En latinoamérica no se dispone de tanta información predictiva como en otras regiones (salvo algunas claras excepciones), pero sabemos que la inteligencia artificial continúa desarrollándose y determinará el futuro del trabajo como una «nueva revolución industrial». Esto en mi opinión, no deberia generar temor si sabemos prepararnos y adaptarnos para tal cambio. Las actividades o tareas repetitivas y recurrentes son ya las primeras en ser comletamente reemplazadas, lo cual permitirá la generación de nuevas formas de trabajo.

Daniel H. Pink en su libro «A Whole New Mind», nos describe cómo con base a la investigación que ha llevado a cabo, considera que el futuro pertenecerá a aquellas personas que dominen las habilidades humanas que ninguna máquina puede emular en la forma en la que un ser humano las puede desarrollar. Éstas se encuentran definidas de manera fundamental en su libro por lo él llama «regido por el hemisferio derecho de nuestro cerebro» y son competencias que encontramos en artistas, inventores, diseñadores, creativos, pensadores y motivadores, entre otros varios ejemplos.

Hoy me parece que esas recomendaciones son aún una receta inconclusa, pero son un buen punto de partida. La empatía, la inteligencia emocional, la habilidad de pensar «outside the box» y la capacidad de síntesis son y serán facultades muy apreciadas en todas las interacciones y lo que hagamos, en una era de tanta información digital.